La música como ejemplo
Contents
Todos nos hemos interesado por la música.
Quizás no todos del mismo modo. Y quizás esto acontece motivo de reflexión como todo el que nos pasa con las vivencias. Recuerdo un lema de EDS (Electronic Data Systems) que decía algo cómo: “A EDS, de las vivencias hacemos experiencias”. Pues esto mismo. Nos puede excitar probar diferentes vivencias (especialmente a la adolescencia), pero no hay ninguna duda que el mejor que podemos hacer es convertirlas en experiencias. A menudo esto lo hacemos espontáneamente, pero si además ponemos reflexión, no cabe duda que hacemos aprendizaje.
Volviendo a la música, y reflexionando con el que me ha pasado, me he encontrado con compañeros que encontraban apasionando el solfeo, el reconocimiento de las notas (un Don, un Mí, un fa, un La…), el solfeo como camino para conocer la música. Yo no podía con nada de esto y durando mucho tiempo, desde la secundaria, acepté que yo no estaba hecho por la música. Me decían que no tenía oído. No había recibido este don. Tener este déficit me deprimía y no encontraba que la herencia fuera justa en esta cuestión. En otros aspectos me consideraba afortunado. Una habilidad compensaba otra, me decía, para no perder autoestima.
Conforme me iba haciendo grande y conforme crecía mi autoestima por otras vías, notaba que ya no
me importaba que no me interesasen las notas, el solfeo o el pentagrama, porque la música me gustaba, me hacía sentir. No toda de igual intensidad y manera. Algunos tipos me creaban gozo y alegría. Otros me provocaban introspección, profundización, dolor, melancolia, euforia de pertenecer a algo que me sentía mío, y así un puñado de sensaciones que no sólo eran vivencias sino que me provocaban inspiraciones para ser yo mismo, por conocerme a mí mismo y coger impulso para crear mi propia vida, mi manera propia y singular de hacer, de creer conmigo mismo y no tanto en el que me decían que tenía que ser, según donde había nacido, había estudiado y se esperaba de mí. Y esto me hacía avanzar, en convicción, en esperanza, en creencias propias y no de fuera, y sobre todo, sobre todo, me hacía crecer en amor, en capacidad de querer a los otros, queriéndome a mí mismo.
Y bien. Que he entendido conforme me he hecho grande, o quizás, muy grande? He aprendido que la música acontece un misterio al que ahora, tan sólo ahora, encuentro sentido. Mi educación hecha en un estricto desempeño de los principios de la racionalidad cartesiana me pedía aprender las notas y el solfeo de la música, a encontrar en el pentagrama el sentido de la música. Pero no es por esta vía por dónde he encontrado el sentido de la música, sino por las emociones que me despierta, por la imaginación que me provoca, por la inspiración que me genera. Eso sí es el mejor que la música me da.
Poco a poco, y no sin transgredir a menudo y con temeridad aquello no permitido, la norma que me habían inculcado, me acercaba a través de la música a la poesía y en general, a todo aquello que no era pragmático ni práctico, todo aquello que era nube y que me daba más que el que era tierra. En consecuencia, la decisión era dejar de hacer el que tocaba para apostar a ser más que no a tener, a dejar de calcular el que tenía y a pensar que ya no tocaba para creer sino que si no creía, no vería. Ahora sé que esto tiene nombre. Su nombre se lógica relacional, que te permite entender no las cosas sino las relaciones entre las cosas, que te permite dejar de ser especialista para ser especial. El más importando no es saber qué es un árbol sino su significado, que le da posibilidad de ser parto de un todo más que tan sólo una parte.
A partir de estas experiencias pensé, pienso, y me preparo para desarrollar la lógica relacional por encima de la lógica racional. No dejar esta ( las notas en la música, el cálculo en los números, la ingeniería en la biología, la epigenética en la genética) pero ir más allá. De hecho, genéticamente sólo nos diferenciamos otras especies como la mosca en un 5% del genoma. Por eso tenemos que trabajar el que no teman trabajado. No abandonar la lógica racional, pero si ponerla al servicio de la lógica relacional. Hacerlo hace nacer la lucidez, la comprensión y el camino de la sabiduría para saber morir como forma de saber vivir. Haciéndolo, puedo decir que soy feliz. Bien seguro es un camino de libertad y no de dependencia. Cierto es, que no es un camino cómodo, más bien al contrario, la incomodidad forma parte ineludible.