El exito del trastorno del TDAH
El acrónimo TDAH se ha incorporado a nuestras vidas. TDAH es la abreviación de trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Quien no conoce un TDAH? Las siglas identifican niños y niñas que son demasiado movidos o bastante parados y poco atentos. Preocupan a los padres y a los maestros. A menudo no son buenos alumnos y, quizás, sus conductas llaman la atención.
El fenómeno es muy complejo, pero parece que predomina una manera de verlo. Es una visión que Michel Foucault, un sociólogo de la salud de finales del siglo pasado, denominó biopolítica. La biopolítica es una filosofía que fascina y mantiene cautivo el pensamiento contemporáneo no advertido. Sugiere que hay que afrontar cualquier sufrimiento o malestar calculando la seguridad y el control en nombre de la salud de la población. Si no se hila delgado, estas ideas son positivas. Quién puede ser tan osado para girar la espalda a la seguridad, el control y la salud de la población y, en particular, de la infancia?
Pero si paramos atención al que dice Foucault, cogemos que esta filosofía, con el paso del tiempo, podría llegar a sustituir los pilares de la sociedad moderna: la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Hoy el departamento de Salud presenta la guía de práctica clínica del TDAH en niños y adolescentes. Es una buena noticia a medias. La guía es el resultado del trabajo de especialistas de la salud mental y técnicos de la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS), y con ella se ha perdido una buena oportunidad de discutir la nube TDAH. ¿Alguien puede pensar que el TDAH es una epidemia sanitaria? Por qué la salud quiere resolver la cosa por su cuenta? ¿No se trata, más bien, de un síntoma social en relación al cual la educación tiene mucho que decir?
Se ha desaprovechado la ocasión para discutir la relación que puede haber entre los nuevos estilos de vida familiares y sociales y la cantidad de niños y niñas demasiado movidos -o parados y desatents-. El éxito de la sigla TDAH es denominar este síntoma que no habla sino que charla por los descosidos sobre la sociedad contemporánea. Padres y educadores dudan a menudo de como acompañar el medro y la educación de estos hijos o alumnos. ¿Si decimos que son TDAH ya hemos encontrado la solución? ¿Esto significa que están enfermos o que tienen un trastorno?
Por otro lado, la guía del TDAH que publica el departamento de Salud no recoge las diversas visiones clínicas de los especialistas sobre los casos TDAH que requieren atención en salud mental. Es una guía simplificadora en los planteamientos y parcial en las propuestas de tratamiento. Se excusa en datos facilitados por la industria farmacéutica o en estudios pagados a los académicos y en visiones psicológicas centradas en el tratamiento conductual. Desgraciadamente, es una guía reduccionista. Negacionista. Es una guía que cree en la biopolítica. Mira hacia otra banda cuando esconde estudios no favorables, e impone silencio ante discusiones clínicas sobre la consistencia del cuadro psicopatológico y las comorbidades que genera. Se obsesiona en un *cientificismo de corto voladizo. Pretende mostrar que los niños no funcionan porque tienen un organismo descompensado.
Una vez aprobada la guía, queda mucho trabajo. En primer lugar, rehacer los puentes y la cooperación entre el mundo educativo, el sanitario y el social para afrontar la complejidad de la nube TDAH. No se trata de discutir de nuevo sobre dopar o no los niños, sobre tratar su conducta, sobre escuchar como se queja su cuerpo y si hablan. Se trata de una nueva discusión democrática sobre como tener cura de nuestros niños y como promover una política social y familiar de país que responda a los retos de las nuevas generaciones.
El padre del invento, Leon Eisemberg, se lamentaba antes de morir el septiembre del 2009 de haber contribuido a construir un Frankenstein. Hace poco, Allen Frances, el promotor del manual estadístico americano que divulgó el trastorno hipercinetico en noventa, se preguntaba si la tormenta TDAH ha ido demasiado lejos. Frances sospecha que el TDAH se ha transformado en una ficción sanitaria nueva.
El psicoanalista José Ramón Ubieto es optimista. Escribe en un libro publicado a la editorial de la UOC que muchos niños con TDAH confían en los maestros y sanitarios que quieren escuchar lo que dicen sus cuerpos llenos deprisa.
El caso TDAH no es un problema de buenos o malos, de estudios estadísticos o clínicos. En su trasfondo hay la disputa entre maneras diferentes de entender la infancia.